viernes, 4 de mayo de 2012

El inicio del viaje (II): Villefranche sur Mer

Todo comenzó aquella mañana de viernes, 6 de enero de… supongamos, 2012.

En esta ocasión no había árbol bajo el que encontrar los paquetes de Sus Majestades pero, en su lugar, había una mesa de madera a los pies de la que habían puesto sus zapatos… sólo por si acaso. Y claro que encontraron cosas, ¡pues no son listas Sus Majestades! Por una parte, la compañía: su hermana había venido a visitarle, lo cual era ya de por sí uno de los mejores regalos que podía pedir.

Por otra, dos libros: uno, el libro que contenía los secretos que el Viajero Errante debería desentrañar a lo largo de su tortuoso viaje por el Desierto de la Duda; otro, el libro que permitiría al Viajero Errante recordar que por muy lejos que estuviera, siempre habría algo de él en su ya lejana Vetusta… y a la vez, siempre habría algo en él de los que formaban el Último Bastión.

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Juntos, el Viajero Errante y su hermana, partieron a la mañana. No se fueron muy lejos, escogieron uno de los asentamientos que se levantan cerca de Nikaïa y conocieron la pequeña bahía de Villefranche Sur Mer.

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VILLEFRANCHE SUR MER

Fuera de Niza existe un lugar, muy próximo al corazón de la Costa Azul, donde es posible encontrar paz y tranquilidad. El ruido de la Promenade des Anglais, atestada de turistas en verano y condenada a padecer horas y horas de interminable tráfico durante todo el año, queda atrás cuando el tren nos lleva desde la Gare Central SNCF hasta la pequeña estación de Villefranche sur Mer.

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 Estación de Villefranche sur Mer

Nos bajamos en un andén sencillo, de piedra grisácea, el color típico de las rocas de la zona, y escuchamos lo que en Niza hemos echado de menos: el silencio. Tanto en invierno, cuando es más normal dada la baja afluencia de turistas, como también en verano, a pesar de estar atestada de turistas.

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Caminamos y en cinco minutos hemos llegado al casco viejo, al corazón antiguo de un pueblo, Villefranche, surgido en el 130 a.C., en torno al puerto de Olivula. Esta villa, situada en una pequeña bahía entre Niza y el cabo de St Jean Cap Ferrat, fue frecuentada por romanos y griegos en la época clásica, hasta que tras sucesivos ataques de los bárbaros su población decidió abandonarla y retirarse a la montaña.

¿Por qué Villa Franca?

Alcanzado el siglo XIII, Carlos II de Anjou prometió franquicia comercial a todos aquellos que regresaran y repoblaran la antigua Olivula. Teniendo posibilidad de realizar actividades comerciales y, además, de estar protegidos por las tropas de Carlos II de Anjou, que había fijado en esta villa los límites de sus dominios, las gentes le dieron el actual nombre de Villefranche y repoblaron el lugar.

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Un rincón único en la Costa Azul

Villefranche tiene lo que la mayoría de puertos en la Costa Azul; un casco antiguo con edificios de carácter mediterráneo, con muchos colores en las ventanas, las paredes y las contraventanas, donde predominan colores intensos como el verde, el amarillo o el rojo.

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Sin embargo, un detalle diferencia Villefranche del resto de pueblos y ciudades de la Costa Azul; la historia de Villefranche, sus entresijos medievales y las idas y venidas entre una Corona y otra, llega a nosotros cuando paseamos por la Calle Oscura: esta travesía nos permite caminar durante más de un centenar de metros bajo los edificios antiguos, de origen medieval en muchos casos, como si de un auténtico túnel del tiempo se tratara. Y es importante destacar que el adjetivo de “Oscura” en este caso no se trata de un mero ornamento; en el día alcanzamos a ver bien durante casi todo el trayecto. Sin embargo, al caer la noche, la iluminación no es un adorno sino un elemento indispensable para caminar con soltura.

Calle Oscura - Villefranche sur Mer

El leve ascenso por las calles de Villefranche nos lleva, por ejemplo, hasta la Iglesia de St Michel y finalmente, la Fortaleza al borde del mar, construida en el siglo XVI y actual emplazamiento de los museos Volti, Goetz-Boumeester y Roux.

Cuando regresamos al tren, volviendo a nuestro punto de origen –y después de haber comido, por ejemplo, en el Restaurante “La Belle Époque”- las tranquilas aguas de la bahía de Villefranche nos despiden hasta que decidamos volver a disfrutar de la tranquilidad y belleza de un rincón inigualable en la Costa Azul.

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Extra – El trayecto en tren


Ver Nice Gare Central - Villefranche sur Mer en un mapa más grande


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